martes, 27 de noviembre de 2012


Empezamos el Adviento

Con el Adviento, empezamos la preparación de la Navidad. Nos preparamos para que Dios venga a nuestro mundo y a nuestro corazón.
A pesar de los problemas y de los miedos; a pesar de que estemos cansados de tantas promesas incumplidas, y de los desengaños de cada día, a pesar de todo, vamos a intentar vivir una nueva Navidad, porque siempre necesitamos de la visita de nuestro Dios, a nuestra vida.
Nuestro corazón ya no es de carne, sino de cemento y hierro. ¡Qué fría es nuestra sangre, qué forzados nuestros saludos, qué cortos nuestros encuentros y qué mezquinos nuestros dones!. Cada uno vamos a lo nuestro y dejamos sólo las migajas para otros.
Todo nos parece ya normal. Nos parece normal que muchos mueran de hambre; que se asesine a los niños antes de nacer, cuando tienen todo el derecho a la vida.
Por eso necesitamos una gran esperanza. De lo contrario, se nos secaría el corazón. Una persona sin esperanza es como un peregrino que camina sin rumbo, a ninguna parte. Es como un parado que no tiene nada que hacer y se limita a dejar pasar los días y los años en la desesperación.
Vamos a intentar, a pesar de todo, vivir con esperanza. Los cristianos no esperamos cualquier cosa. Esperamos nada menos que la visita de Dios y esa visita puede cambiar muchas cosas.
 Empecemos, pues, el Adviento con la misma ilusión con la que un estudiante espera las vacaciones; con la misma emoción con la que una madre espera a su hijo. Con el mismo amor que se tienen una pareja de jóvenes enamorados locamente.
Cuando trabajamos para la Paz y la Justicia, estamos sembrando el mundo de esperanza.
Cuando sabemos sufrir con paciencia, es Adviento.
Cuando esperamos y nos esforzamos por hacer un mundo más justo y más humano, estamos preparando la venida del Señor.
Cuando buscamos a Dios, pronto será Navidad.

I.- PRIMERA APROXIMACIÓN: ¿QUÉ ES ESO DEL ADVIENTO?

. El Adviento es una invitación a conectar con lo mejor que hay en ti, en tu corazón. Conectar con esos sueños de ser mejor persona, más madura, más honrada, más tú. Yo creo que tú tienes un espacio en el corazón donde hay «sueños» de ser mejor persona, más feliz. . . Esos sueños son un camino por el que es posible que Dios llegue hasta ti.
Llevamos una vida de vértigo, y lo mejor nuestro queda un poco aplastado por el cada día... Vivimos desconectados de nuestras raíces, de nuestros sueños más profundos, de lo que de verdad ansiamos... Hablas con la gente, y muchos llegan a decirte con sinceridad: «Necesitamos el dinero, pero el dinero no nos da felicidad; nos permite algunas cosas; pero el dinero no llena el corazón".
-¿Qué es Adviento? Conectar con tus mejores aspiraciones, ésas que te llevan a decir: «¡Ya está bien de vacío interior! ¡¡Ya está bien de sequía!!".Tenemos un corazón que necesita agua fresca de sentimientos, de verdad, de ganas de ser de otra manera más humana y menos máquina.
Y aquí, los que nos llamamos creyentes en el Dios de Jesús, conectamos con las esperanzas de hombres y mujeres que sintieron lo mismo que sentimos y esperaron a Alguien (Jesús, el Mesías) que les dijera palabras que les sacaran de su aburrimiento.
Es curioso: lo que ansiamos, lo que esperamos, lo que echamos de menos porque vivimos un vacío tremendo... no se nos ocurre a nosotros. La solución nos viene de palabras que nosotros no pronunciamos y que pronuncia para nosotros el Mesías, el enviado de Dios: Jesús.
. Pronuncia una palabra silenciosa naciendo donde nació (¡Tela lo de los belenes bonitos que hacemos...! El primero, de bonito no tenía nada: sólo era una realidad dura y cruda, como la vida misma cuando se pone tonta y nos pega disgusto tras disgusto).
. Pronuncia una palabra destacando la importancia del corazón sobre el ritualismo de salvarnos haciendo cosas. Nos salva el corazón, no las cosas por las cosas (a los que cumplían la Ley a la perfección, pero sin corazón, les dio unos palos de mucho cuidado, o si no, lee el Evangelio.. .).
. Pronuncia una palabra nueva removiendo el corazón y sacándolo del egoísmo. «Ser samaritano" significa ver la necesidad del otro y echar una mano... Y esto complica la vida que es un gusto, pero alegra el corazón que no te puedes imaginar... (Si tienes experiencia de todo esto, me entenderás...)
. Pronuncia una palabra para decirnos que nuestro vacío y falta de felicidad vienen muchas veces por querer servir a dos, tres, cuatro o cinco señores... Y Señor sólo hay uno: Dios.
. Pronuncia una palabra de comprensión, libertad e invitación. El Dios nacido en Belén apela a la libertad. Viene invitando, no forzando. Si te sientes forzado o forzada a creer por «presiones de fuera'" ahí no hay verdad... A Dios se llega sin fuerza, sin presiones, sin nada... Sólo por uno mismo...Así llegaron a Jesús los Magos, sin ser forzados por nadie... Les llevaba el corazón, les empujaban las ganas que sentían dentro, la estrella que brillaba como invitación dentro de ellos... Todo lo de Dios es pura invitación. Dios es para libres, no para esclavos. A los esclavos se les imponen las cosas. A los libres no. Aceptan ellos lo que sea desde su libertad.
Esto me ha salido del corazón y hoy no te sé decir por escrito otra cosa para explicarte el Adviento. Hay «instrumentos» que ayudan a todo esto, el principal, la Biblia, las lecturas de la Eucaristía de cada día o de los domingos de Adviento... Y hablar con gente, que ayuda mucho...

 2. SEGUNDA APROXIMACIÓN: DIOS CON NOSOTROS

Seguro que os habéis enterado: Es tiempo de Adviento. Y me sale del alma comunicarme con los que sois amigos, en el grado que sea, para celebrar este tiempo que los cristianos llamamos fuerte. La expresión no es muy buena, pero es así como la Liturgia llama a las cuatro semanas de preparación a la Navidad. Nos entrenamos para celebrar algo que Dios ha hecho por nosotros: ser Dios con nosotros. Reconocer a Dios en nuestra vida ordinaria y vivir «divinamente" lo ordinario se nos da mal; nos es difícil. Es preciso prepararnos. Lo importante se prepara; si no nos preparamos, nos lo perdemos...
Vivimos tiempos de miedo. Pasan cosas que ni nos las imaginábamos o creíamos que eran «de película". Pero hemos palpado que son realidades... Hasta pensamos que «puede pasar cualquier cosa"... Es tremendo pensar y sospechar que hemos llegado a una situación en la que puede pasar «lo que sea"... ¿Qué nos puede extrañar ya? Estamos tocando lo que es el corazón humano... Llega muy lejos tendiendo trampas para atacar al otro.
A mí, ahora, no me importa señalar quiénes son los buenos y los malos. El mal está en todas partes. No sé si nos conduce a algo saber quién tiró la primera piedra... Pero así no puede seguir.
¡Hay que romper la espiral de la violencia y venganza! Necesitamos mirar a alguna parte para descubrir luz, para romper la marcha del odio. En el fondo, lo que estamos viviendo es lo que nos merecemos porque es lo que hemos ido construyendo poco a poco... Nos hemos adormecido tanto, tenemos tantas «adormideras" que sólo nos pueden despertar e interrogar cosas de éstas que son un «puro escándalo" o «algo inimaginable"...
 - En este clima, los creyentes iniciamos el Adviento, preparación de la Navidad. Es decir, nos damos un tiempo para entrenarnos, para hacernos más sensibles y poder acoger la presencia de Dios entre nosotros en su Hijo Jesús.
. Necesitamos sensibilizarnos porque estamos muy insensibles a los otros y al Otro. Creo que nos hace falta mirar con ojos de ternura a nuestro mundo y la las heridas de los hombres y mujeres... de hoy. Detrás de bonitas apariencias hay duras realidades y mucho dolor callado y mucha soledad ahogada. ¿Cómo reconocer a Dios y la voz de Dios si no reconocemos la voz de los próximos... ? Observa cómo va la gente, metida en lo suyo: su libro, sus auriculares, sus problemas... No somos capaces de mirarnos a los ojos; nos huimos. Cada uno tiene bastante con su mundo... ¿Cómo podremos aceptar a Dios-con-nosotros si no aceptamos al otro con nosotros? ¿Cómo podremos mirar y descubrir a Dios si ni nos miramos ni nos descubrimos? ¿Cómo diremos, con Yahvé: He visto la opresión, he visto los sufrimientos... he bajado a librarlos, a sacarlos... (Ex 3,7-10)?
Es hora de entrenarnos en mirar y reconocer al esposo, a la esposa, al padre, a la madre, al hijo, al hermano, al vecino, al compañero de trabajo, al extranjero, al «herido», al excluido... No es verdad que aceptemos a Dios-con-nosotros si no nos acogemos próximo-con-el-prójimo. No es verdad que sea Navidad si las escenas que nos sirven de guerras, luchas, odios... no nos interrogan y no nos llevan a sembrar cercanía, ternura, acogida y paz. No es verdadera Navidad cristiana la que no sabe reconocer que Dios es ciudadano del mundo, está próximo a nosotros en el mapa y geografía que recorremos cada jornada. Dios no es lejano. Dios se cruza cada día contigo y conmigo, aunque no nos demos cuenta ni caigamos en la cuenta...
. Necesitamos aprender a «abajarnos». Suenan por todas partes voces que llaman a ser «triunfadores». La vida se convierte en una continua «Operación Triunfo». ¡Tienes que subir; llegar; conquistar; alcanzar; conseguir; lograr; aumentar; superar...! ¡Hay que triunfar! ¿Dónde vamos? ¿Dónde queremos subir? ¿Dónde está el techo, el límite? ¿No estamos haciendo, sin darnos cuenta, una torre de Babel con tanto subir y triunfar...? En la cima de esa montaña que escalamos, cada uno en su profesión, está la guerra y la confusión. Alcanzar cotas más altas se ha convertido en una «guerra admitida» porque es la ley del comercio. Hay una guerra que nos muestra tanques, explosivos, heridos... Pero hay muchas guerras secretas para derrotar a la competencia, al que destaca, al que está en el otro bando... El grito de guerra es: ¡Lograr más mercado, hundir proyectos ajenos, ganar las elecciones, atraer clientes, ser primeros y únicos en el sector...! Hay muchas «escuelas» que sólo enseñan a triunfar, dan diplomas de «triunfadores»... Ser un fracaso es insoportable. Estamos en un proceso donde los pequeños no tienen sitio; son sólo objeto de explotación. Trepar y «ser un trepa» tiene leyes y servilismos: «adorar al jefe», «comprar al otro a base de dinero», «vender bien el producto» a costa de lo que sea, a costa de la libertad... Es la guerra «permitida» y «admitida» para subsistir: si no luchas, te devoran, desapareces. ¡Hay que luchar y triunfar...!
En esta situación, ¿podremos entender lo que significa el Dios que desciende, que se abaja, que viene a nosotros...? ¿Cómo hacer ejercicios prácticos de «descender», de «acercarnos a los pequeños», de «estar donde están los que no cuentan o sólo cuentan para aprovecharse de ellos»...? Descender, abajarse, encarnarse... es asumir andar junto a los que están más abajo, junto a los que no pueden y no les dejan subir. El ejercicio de «bajar" no es porque abajo está lo mejor o se está mejor, sino porque abajo hay personas como nosotros a quienes hay que humanizar e impedir que alguien les atropelle. Bajar a los pobres no es un deporte de moda. Es tarea de Dios y de aquellos que escuchan su palabra. Estar donde están los pobres no es deporte que nos inventemos, sino misión que aprendemos mirando al recién nacido, Emmanuel. Siempre llevamos clavado en el corazón «ser como Dios" (Gen 3,5). Dios se «abaja" para intimar con nosotros, para potenciar todo lo bueno que llevamos y somos, para ofrecernos su presencia y su misterio de novedad.
Es hora de entrenarnos en bajar hacia los que Dios mira con más complacencia y a los que llama «bienaventurados,,: los pobres, los que lloran, los que no se las dan de nada... ¿Cómo encontraremos a Dios «arriba" si ha bajado para nacer donde viven los que no tienen posada, los que no tienen dónde reclinar la cabeza... ?
. Necesitamos aprender a intimar con Dios. Cada vez resuena más fuertemente la necesidad de intimar con Dios. Pensamos, programamos, inventamos, hacemos, luchamos, damos vueltas a cosas... El origen de todo el misterio de Navidad y de Dios encarnado es el amor. Todo lo que hoy inaugura nuestro Dios tiene una fuente de alimentación: la intimidad con el Padre. Sin intimidad todo es vacío. La intimidad hace milagros. La intimidad es la que lanza e impulsa. La intimidad es tan íntima que no sé si la conocemos, no sé si no llamamos intimidad a cualquier cosa.
Es hora de íntimos y de intimidad. ¿Qué pinta Dios con nosotros sin íntimos, sin intimar con Él? Este Adviento es para hacer ejercicios prácticos de la intimidad: los célibes, como célibes; los casados, como casados; los solteros, como solteros. Hagamos de nuestra vida humana una vida más íntima para aprender a intimar también con Dios. No tenemos exceso de intimidad jamás...
. Necesitamos aprender la grandeza de lo pequeño. La Navidad comercial es atrayente, deslumbrante. Basta que salgas a la calle o que enciendas el televisor. La Navidad primera fue pequeña, tan pequeña que nadie se dio cuenta, si no fuera porque el coro de los ángeles rompió el silencio de la noche. Quizá aún hoy muchos añoramos años de atrás en los que parecía percibirse más predominio de lo religioso en la sociedad... Aparentemente, vacías están las calles de Dios. Como ayer y como siempre, muchos ídolos tienen templos instalados y no 1es faltan devotos... En medio de todos esos templos, en Belén se encarna el que es más grande que el Templo, el que es el Señor de cielo y tierra. Viene con la pretensión de buscar adoradores en espíritu y en verdad.
Es la hora de lo pequeño, de lo sencillo. Tenemos que inaugurar gestos de Navidad densos y sencillos, tan sencillos como la levadura o el grano de mostaza o la moneda perdida o los centavos depositados en el Templo. Cuando inundemos de gestos pequeños el espacio y el tiempo que abarcamos, escucharemos el cántico de los ángeles en medio de la noche alabando a Dios y deseándonos paz. Lo pequeño comienza por ti, por los tuyos, por los que conoces y por los que no conoces... Lo pequeño será posible si crees en ello. Lo pequeño tiene nombre: una sonrisa, una palabra, un minuto dado, un gesto inesperado de cercanía y comprensión, una oración callada... Tienes que saber que todo lo que Dios inicia siempre tiene orígenes pequeños... Tan pequeños que Él mismo nos dijo que sólo sale fruto del grano de trigo que se pudre... Es la hora de lo pequeño, del detalle; es la hora del silencio, de la siembra callada de todo lo que tiene germen de vida... La semilla que se siembra, aunque sea en la noche, como en aquella Nochebuena primera, siempre da fruto, cuando sea...
- Estamos convocados, como creyentes, a preparar el Adviento. Son posibles muchas pequeñas cosas.
Dependen de ti y de mí. Dios ha dado el primer paso. Dios espera el nuestro:
el mío, el tuyo, el de tu familia, el de tu grupo...
Dios busca creyentes que sigan las huellas del que llega en el silencio de la noche.
Si escuchas hoy su voz, no cierres la puerta, ni el corazón...
Si escuchas hoy su voz, no digas que no hay sitio en tu posada...
Si escuchas hoy su voz, camina hacia la cueva, le verás envuelto en pañales,
niño normal, con padres normales, en una cueva normal... en el lugar de los que no tienen nada y nadie les abre las puertas...
Si escuchas hoy su voz, deja que la voz interior te guíe más allá...

3..- Objetivo: Proponer maneras concretas de vivir el Adviento.

Sugerencias

 - Espacio de silencio. Crearlo en la familia, a pesar del ruido ambiental para poder escuchar la Palabra; no dejarse emborrachar por el ruido.
- Poner en un lugar especial del hogar la Palabra. Alguien de la familia que se ocupe de abrirla cada día en un pasaje, leerlo en común o dejarlo ahí, para que lo lea el que quiera de la familia y cuando quiera.
- Aprender a apagar la televisión unos minutos (2, 5, etc.). No apagar por apagar la televisión; si la apagamos es porque hay «cosas más importantes» que escuchar, es el silencio, o mirarnos a los ojos, hablarnos, etc.
- Ser conscientes del silencio mientras vamos en autobús, coche, o estamos en casa. Escuchar lo que hay dentro de nosotros: deseos, ansiedades, palabras bonitas. Hacer «carne», verbal izar lo que llevamos dentro y es más íntimo.
- Hacer silencio para que el otro pueda hablar. Silencio para escuchar las palabras de los otros. Silencio para mirar despacio y contemplar, sin consumir nada, a nadie... Silencio para gustar y alegrarnos. Silencio para orar y gritar: iVen, Señor, ven, salvador!
- Espacio de penumbra. Para no dejarnos deslumbrar por nada, por las cosas, por lo que se nos ofrece, por el martillo de la publicidad. Saber apagar la luz y vivir con una vela durante dos minutos. El Dios de la Biblia aparecerá como tenue luz en medio de la noche. Saber mirar allí donde hay poca luz y descubrir lo (a los) que vive(n) en las tinieblas, en la penumbra; acostumbrar nuestros ojos a ver y mirar lo que no está en los escaparates, pero está presente. Desde la penumbra podremos gritar la salvación que descubrimos como necesaria para nosotros, para los hombres y mujeres que conocemos.
- Espacio para el diálogo en familia. Decimos que son fiestas de familia las fiestas navideñas. Familia es hablar, hablarnos, darnos tiempo para escucharnos. Estamos juntos, pero nos hablamos poco, nos contemplamos poco. Nos damos poco tiempo, nos interesamos poco por lo íntimo del otro, resolvemos rápidamente lo inmediato. Más allá de lo inmediato hay muchas cosas importantes en cada persona... Escuchar los verdaderos problemas de los nuestros: sus ansias... Lo importante de cada uno se dice no cuando se nos pregunta, sino cuando queremos decirlo. Para eso necesitamos clima y oportunidades creadas...

- Espacio y tiempo para acoger a otros. «Lo siento, está completo; no hay
sitio", es la respuesta que dan a María y José... y tienen que buscar sitio donde sólo caben los pobres... Dar tiempo a otros es hoy uno de los regalos más grandes... Dar ese aguinaldo.
- Espacio para la felicidad sencilla. No caer en la tentación de comprar la felicidad con cosas, con grandes gastos, no poner la felicidad en «trastos", disfrutar con lo sencillo, con cosas pequeñas. Reunirse en familia y hacer el presupuesto de gastos, de regalos. Hacer presupuesto para los que no tienen, para las ONG, para personas concretas. Tenemos bastante con menos. Sentirnos regalados por Dios con el regalo de Jesús nos lleva a regalar, a reconocer al otro.
- Adornar el espacio del hogar. Procurar que sea tarea de todos los miembros. Cada uno que haga algo, que se reconozca: «Esto lo he hecho, lo he puesto yo". Tener como criterio hacer las cosas antes que comprarlas. Si es posible, que no sea cosa de un día, sino de muchos, que dure...
- Preparar las cosas es una manera de celebrarlas, de vivirlas. Lo bonito de las fiestas es la preparación. No adornamos la casa para los demás, la adornamos para la familia en primer lugar. Que no falten los elementos específicamente cristianos: la corona del Adviento, el pesebre. Después ya puedes poner el árbol y lo que quieras. Pero lo central es lo central.
- Una leyenda sobre el árbol de Navidad. Cuando llegaron los misioneros a
los pueblos germánicos, al principio de todo, se encontraron con una tradición: las tribus que poblaban aquellas tierras, en este tiempo de diciembre, adornaban y adoraban a un árbol seco, sin ramas. Los misioneros tomaron esta tradición y la «retocaron un poco" cambiando el árbol seco por un árbol de hoja perenne, un pino de Navidad, porque Jesús es perenne, no caduco, ha vencido al tiempo y a la muerte, es principio y fin de todo. Además, colgaron del árbol manzanas, sí, manzanas (hoy se han convertido en bolas de luces y en regalos de sorpresa) porque este árbol que es Jesús es nuestra salvación. En el árbol del paraíso había manzanas que fueron ocasión de la «caída" de los primeros hombres. Las manzanas colgadas en el árbol de Navidad son recuerdo de nuestros pecados, los que Jesús viene a redimir.
- Y también una tradición: en muchos hogares ponen una cunita vacía. Cada día, todos los miembros de la familia están invitados a realizar algo bueno en la jornada. Al final, antes de acostarse, se coloca una pajita en la cuna para que Jesús tenga paja donde reclinarse y con qué calentarse. Es una manera de ir preparando la venida de Jesús, preparando su cuna.
- Espacio para la alegría. No somos unas tristes personas... Dios nos visita, nos da valor. Valemos tanto que Dios se «desplaza hasta nosotros». Esto no es para estar tristes. Es para estar agradecidos y alegres. Manifestaciones de la alegría: la cara, la fiesta, la participación de todos en hacer cosas... Hacer algo que nunca se ha hecho en comidas, por ejemplo, donde todos «puedan meter la mano,,; si sale bien, fenomenal; si sale a medias, nos reímos...
- Cultivar las tradiciones familiares. Vale la pena conservar todo lo bueno que en cada familia el Espíritu ha suscitado y es tradicional en estos días de Navidad. Es importante que los hijos puedan decir mañana: «En mi casa, en Navidad, teníamos la costumbre de...".
Algunas tradiciones es posible que las tengas que modificar o retocar de acuerdo con tu actual vivencia del mensaje del Señor o la situación.
El año pasado, me comentaba una pareja que está en grupos cristianos, desde la fuerza del Evangelio, tuvo una idea y la pusieron en práctica rompiendo «la tradición,,: sintieron la necesidad de hacer algo distinto: no regalarse nada y se lo explicaron así a los hijos: «Este año papá y mamá no nos regalaremos nada el uno al otro. Lo hacemos desde lo que sentimos dentro del corazón, desde nuestra opción de fe. El importe irá a una asociación de ayuda contra la droga. A vosotros «no os castigamos,,; seguiremos regalándoos algo como siempre. Si vosotros queréis regalarnos algo, lo hacéis. Si nos dais el importe en dinero, sabéis que el dinero lo uniremos a lo nuestro para entregarlo". Los hijos respetaron y aprendieron. Estas lecciones dan fruto más tarde, cuando
uno ve las cosas «con otra luz".

 

 

Esperanzas de Adviento


“Que haya esperanza para los niños y los jóvenes.
Que haya humildad en los gobernantes.
Que haya trabajo para todos.
Que a nadie le falte el pan de cada día...”

Estrenamos una vez más el Adviento, aunque siempre es Adviento. Vamos a ponernos a soñar. Y traducir los sueños en esperanzas. Que cada uno diga cuatro esperanzas: una por cada semana de Adviento.
La Primera esperanza es que haya esperanza, que no se pierda eso que es lo último que se pierde, que no podamos leer nunca letreros como el que está a la puerta del infierno: “Abandonad toda esperanza los que aquí entráis”. Porque, efectivamente, vivir sin esperanza, vivir en la depresión y la tristeza permanentes es lo más parecido a un infierno. Por eso, ¡qué bonita misión devolver esperanzas a los que las han perdido, llenar de esperanzas y ganas de vivir a los niños y a los jóvenes! ¿No os habéis estremecido cuando oís que un niño o un joven se suicida? ¿Qué sociedad estamos construyendo, que no llena de alegría y no da razones para vivir a los niños y a los jóvenes?
La Segunda es humildad para gobernantes y poderosos: Se ve que esta raza de gentes se parece en todas partes. Hay que ver qué aires de superioridad y perdonavidas adquieren enseguida los que son elegidos para “servir”. Si los gobernantes fueran en verdad servidores y los poderosos fueran humildes, la sociedad aprendería su ejemplo y florecerían, o al menos sonreirían un poco, la solidaridad y la paz social.
La Tercera es trabajo para todos. Es una gran necesidad. El trabajo ya nadie lo ve como castigo. Es un derecho, un don, una necesidad. Es un medio, no tanto para tener, sino para ser, para realizarse, para relacionarse, para vivir con dignidad. Dar trabajo hoy es una hermosa bienaventuranza y la mejor obra de misericordia.
La Cuarta es el pan de cada día. Muchos niños no lo tienen. Muchos mueren de hambre. Son víctimas de la tercera guerra mundial no declarada: la guerra del egoísmo, del capitalismo, de las multinacionales, de la especulación, de la explotación del Norte contra el Sur. Y esta sucia guerra de intereses se da aquí mismo entre nosotros, con un número de víctimas superior al del terrorismo. ¿No será esto, el pan de cada día, una hermosa esperanza y una constante oración?
Podríamos continuar la lista, que se haría interminable: que desaparezca la droga, que se entierren las armas, que no se vuelva a hablar de chabolas. Que se borren las fronteras, que las Iglesias se unan, que los esposos se quieran... Esperanzas. Y que éstas se traduzcan en oración, y que la oración nos lleve al compromiso. Porque, ya se sabe, en el cielo “no se venden frutos, sino semillas”.


Propuestas para un ADVIENTO y NAVIDAD conscientes y responsables

Consumo medido: No se trata de ser rácanos ni de dejar de celebrar la Navidad como se merece sino de preguntarnos con sinceridad: ¿cuánto necesitamos para celebrar la Navidad? ¿Hasta dónde queremos gastar?...

Solidaridad: …¿y hasta dónde queremos compartir con los que no tienen? ¿Qué proporción queremos que haya entre lo que nos vamos a gastar en nosotros (y en regalos a nuestros familiares y amigos) y lo que vamos a dar a los pobres?

Comercio Justo: No solo en la cena de Nochebuena, que este tiempo sea ocasión para descubrir los productos de Comercio Justo… y, de rebote, para reflexionar sobre los que no son de comercio justo.

Regalos: que lleven algo de nosotros, que pongamos “valor añadido” de tiempo, cariño, artesanía casera; que expresen algo de nosotros mismos o de lo que realmente deseamos a quien lo recibe. Y , en cuanto a los niños, ¡no les sepultemos en regalos!

Decoración de la casa: realizada exclusivamente con motivos religiosos: el misterio del portal, el Belén, la estrella, los magos de Oriente… ¡ésas son las señas de identidad de nuestra Navidad cristiana! No Papá Noel, arbolito (sin Belén)…

Televisión: En lugar de incrementar esta Navidad el tiempo que le dedicamos a la televisión, ¿no se nos ocurren otras maneras alternativas de pasar el tiempo en familia? ¿Y si decidiéramos un “apagón de tele” hasta el 7 de enero?

Felicitaciones: ¿Qué estamos comunicando con nuestras tarjetas de felicitación y nuestras llamadas telefónicas? ¿Y si además de desearnos “feliz Navidad” nos atreviéramos a decirnos esa palabra sincera que lleva tanto tiempo esperando? ¡Es Navidad, regale sinceridad!  "Yo para eso he nacido y para eso he venido al mundo: para ser testimonio de la Verdad" (Jn 18, 37).

Acercar a los alejados: Ante el slogan “¡Vuelve a casa por Navidad!”, ¿podemos hacer algo para que los que van a pasar la Navidad solos tengan compañía? Tal vez disponed un nuevo sitio para un amigo más en nuestra mesa, tal vez ayudarles a volver esos días con los suyos…

Gestos proféticos: Si nos desagrada la manera como “el mundo” celebra la Navidad, ¡hagámoslo saber! ¡Que se oiga nuestra voz de creyentes católicos en medio de una sociedad ciega y sorda! Aunque no publiquen nuestras cartas, no dejemos de escribir a los medios de comunicación.

Conciencia de Dios: ¡Que no se nos olvide lo que estamos celebrando! ¡Que no se nos olvide dedicarle a Dios esta Navidad tiempos extra de oración personal o en familia! ¡Que, como María, guardemos en silencio todas estas cosas en el corazón, a la vez que proclamamos en voz alta las maravillas que Él ha hecho por nosotros

Plegaria para el Adviento

Nos han dicho que quieres volver a nacer esta Navidad.
Mira que estás loco, ¿eh?
¿Pero no ves lo que somos y lo que estamos haciendo?
Y, sin embargo, Tú quieres venir.

Ya no sé si con tu gesto testarudo de volver cada Navidad
estás pretendiendo decirnos algo:
Que tenemos que dejar de ser lobos
para volver a ser hermanos.
Que no perdamos tanto tiempo en criticar
y nos pongamos seriamente a trabajar.

Que nadamos en abundancia
mientras hay hermanos nuestros y tuyos,
que sufren hambre de pan, de cultura, de libertad y dignidad.
Que Tú tienes un mensaje que se llama Evangelio
que todavía no es Buena Noticia para todos,
porque nosotros lo malinterpretamos y malvivimos.

Que tenemos miedo de vivir
y cerramos nuestro corazón a los hermanos.
Que nos preocupamos mucho por nosotros,
y nos justificamos ante Ti dando limosnas.
Que no sabemos compartir
y que Tú sigues encontrando nuestras puertas cerradas...

Si es así, Jesús, ven a nuestras casas en esta Navidad.
Ven a nuestro pueblo, a nuestra parroquia.
Ven a nuestro mundo.
Y ven, antes que nada, a nuestro propio corazón.

Palabras de Vida ¿Y Tú cuánto Esperarías?

¿Serías capaz de pedirle algo a Dios y tener la capacidad de esperar treinta y siete años la respuesta? Ya sé. Me vas a decir ¿y para qué quieres una respuesta después de treinta y siete años?
Escucha. Los periódicos del día 19 de enero del 2006, publican una noticia curiosa en primera página. Alan Poster, acaba de recuperar su flamante Chevrolet Corvette descapotable, que le robaron en el barrio Queens, en Nueva York, el 22 de enero de 1969. Durante años lo anduvo buscando. Y todo fue inútil. Y recién, el martes, 17 de enero del 2006, la policía lo descubrió cuando era embarcado en el puerto de Long Beach, California, rumbo a Suecia. Un señor lo había adquirido a un vendedor de Texas. Y curioso, cuando lo compró como un capricho debió pagar por él 6.000 dólares. Hoy, puesto de nuevo en venta, vale más de 60.000 dólares. Bonita inversión, ¿no crees?
Creo que lo que más atenta contra la esperanza suele ser el tiempo. Las máquinas tragamonedas nos han acostumbrado muy mal. Porque allí todo es inmediato: las ganancias como las pérdidas. Aprietas un botón y ya....
En cambio, cuando hablas con Dios y le pides algo, no hay botón alguno que apretar. Y sólo queda esperar. Pero el tiempo de la espera se nos hace eterno. Y terminamos por imaginarnos que nuestra llamada no llegó a destino o que Dios no tiene ganas de respondernos. Y entonces nos vamos desilusionados.
Un día, esperaba yo a un amigo mío. Quedó en una hora concreta. Le insistí en lo de la hora. No llegaba. Y claro, siempre mis prisas, le esperé un cuarto de hora y me fui. Luego me dijeron que llegó como dos minutos que yo me marché. Dos minutos no es mucha cosa. Pero suficiente para que yo me fuese y él no llegase y nuestro encuentro se hubiese frustrado.
El tiempo de espera es un tiempo de esperanza. Es un tiempo de maduración. Quien no sabe esperar verá perdidas muchas semillas. Quien no sabe esperar, comerá frutas demasiado verdes. Quien no sabe esperar se va a perder muchas citas. Quien no sabe esperar verá fracasar muchos proyectos.
¿Te imaginas el tiempo que debió esperar Dios para poder encarnar a su Hijo? Fueron no años sino siglos de espera. Y el pueblo debió vivir una esperanza que se retransmitía de generación en generación. Quienes recibieron el anuncio de la esperanza, nunca lograrían verla realizada. Pero los hijos de los hijos de los hijos, fueron testigos de que aquella espera tenía sentido.
El tiempo es la prueba de la esperanza. La esperanza para saber si es verdadera necesita pasar por el alambique del tiempo. La esperanza que superar el tiempo de espera, es una esperanza que da vida.
Alguien dirá: ¿y para qué quiero yo una esperanza que no lograré verla?
Pues yo te diría: ¡espera para tus hijos! ¿A caso es menos esperanza esperar no para ti sino para ellos?
Tu hermano “un hombre de esperanza”.

lunes, 20 de junio de 2011

Hazme ir más despacio, Señor

Acompasa el latir de mi corazón aquietando mi mente.
Apacigua mis apresurados pasos con la visión del alcance eterno del tiempo.
Ablanda la tensión de mis nervios y músculos con la música relajante de las melodías que perduran en mi memoria.
Ayúdame a experimentar el mágico poder restaurador del sueño.
Enséñame el arte de tomarme pequeñas vacaciones:
detenerme para mirar una flor,
charlar con una amistad,
acariciar un perro,
leer unas pocas líneas de un buen libro...
Hazme ir más despacio, Señor, e inspírame cómo echar raíces profundas en la tierra de los valores perennes de la vida,
para que pueda crecer hasta la cima de mi grandioso destino.
 Jill Harris

miércoles, 15 de junio de 2011

Donde tu dices ley,
yo digo Dios
Donde tu dices, paz, justicia, amor,
yo digo Dios!
Donde tu dices Dios,
yo digo libertad,
justicia,
amor!